Culto secreto y otros relatos by Algernon Blackwood

Culto secreto y otros relatos by Algernon Blackwood

autor:Algernon Blackwood [Blackwood, Algernon]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Terror
editor: ePubLibre
publicado: 1917-01-01T05:00:00+00:00


COMPLICIDAD PREVIA AL HECHO

Al llegar a aquella encrucijada del páramo, Martin se detuvo y permaneció un rato observando perplejo los cuatro letreros del poste indicador. Aquellos no eran los nombres que esperaba encontrar y, además, no figuraban las distancias; su mapa —tuvo que admitir con fastidio— debía estar completamente anticuado. Lo extendió contra el poste y se inclinó para estudiarlo más de cerca. El viento levantaba las esquinas y las batía contra su cara. Apenas conseguía descifrar la letra pequeña a la tenue luz del atardecer. Sin embargo —por lo que alcanzó a distinguir— parecía ser que dos millas más atrás había tomado un desvío equivocado.

Recordaba aquel desvío. El sendero tenía un aspecto muy tentador, y tras vacilar un momento, se había decidido a seguirlo, atraído —como tantos otros caminantes— por el señuelo de que «quizá resultara ser un atajo». La trampa del atajo es tan vieja como la naturaleza humana. Durante algunos minutos estudió alternativamente el poste y el mapa. Caía la noche y la mochila comenzaba a pesarle. Aquellas dos guías no concordaban en nada y la incertidumbre iba haciendo presa en su ánimo. Se sentía desconcertado, frustrado. Cada vez le costaba más trabajo pensar con claridad. Tomar una decisión le parecía la cosa más difícil del mundo.

«Estoy hecho un lío —pensó—, debo estar cansado», y finalmente optó por seguir la indicación que le pareció más prometedora. «Tarde o temprano me conducirá a una posada, aunque no sea a la que yo pretendía llegar».

Se confió a la suerte del caminante y reanudó la marcha con energía. En el letrero podía leerse «por la colina Litacy», escrito en unos caracteres muy finos y pequeños que parecían oscilar y cambiar de lugar cada vez que los miraba; aquel nombre no figuraba en el mapa, pero al igual que el atajo, resultaba tentador. Un impulso similar al que había sentido antes volvía a determinar su elección. Sólo que esta vez parecía ser más apremiante, casi urgente.

Fue en aquel momento cuando se dio cuenta de la inmensa soledad del paisaje que le rodeaba. El camino continuaba en línea recta unas cien yardas para después curvarse, como un río plateado, y perderse en el infinito; el intenso tono verdeazulado de las matas de brezo que cubrían los márgenes se fundía con los colores del crepúsculo; y espaciados a uno y otro lado del camino, se alzaban solitarios unos pinos pequeños muy enigmáticos. Desde que se le había ocurrido ese curioso adjetivo no conseguía quitárselo de la cabeza. Eran tantas las cosas que aquella tarde le parecían igualmente enigmáticas… el atajo, el mapa velado, los nombres del poste, sus propios impulsos erráticos o aquel misterioso estado de confusión que le iba embargando. El paisaje entero requería una explicación, aunque quizá «interpretación» fuera la palabra más exacta. Aquellos árboles solitarios se lo habían hecho ver claro. ¿Por qué se había extraviado con tanta facilidad? ¿Por qué consentía que aquellas vagas impresiones le indicaran el camino a seguir? ¿Por qué se encontraba aquí, precisamente aquí? ¿Y



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